Yo y mi bici

· 8 julio, 2015 · 9:57 am

Los holandeses y las bicis somos uña y carne. Nuestro primer contacto con este medio de transporte tiene lugar a los seis meses, cuando nuestros padres nos empiezan a llevar en una sillita en el manillar de su bici. Desde ese momento aprendemos a resistir el viento, el frío y la lluvia, ya que lo único que nos protege es un plástico a modo de paravientos y un chubasquero. A los dos o tres años nos regalan nuestro primer triciclo, pero viendo a tantos adultos en bici, nos aburrimos rápidamente de las tres ruedas, porque no coge suficiente velocidad.
Cuando llega el cuarto cumpleaños, nos despertamos con nuestra primera bici con ruedines esperándonos en el salón de casa, decorada con globos y guirnaldas. En la mayoría de los casos no se trata de una bici nueva, sino de segunda mano: hay que ser prácticos, puesto que se nos quedará pequeña en nada. Es en ese mismo instante cuando surge el amor a primera vista y cuando empieza nuestra gran aventura ciclista. Las primeras vueltas las hacemos con miedo y necesitamos a alguien que nos empuje, ¡pero enseguida pillamos el truco!
Los que vivimos en la ciudad tenemos que aprender pronto las reglas de conducir: no basta con saber el significado de los diferentes colores del semáforo. A los 10 años estamos obligados a hacer un examen teórico y práctico en el colegio. ¡Y nadie lleva casco! Muchas veces hay que andar en bici más de media hora para llegar al instituto. ¿Y qué puede ser más divertido que ir todos juntos, charlar todo el camino y caerse todos al suelo si uno se despista y se le va el manillar?

Bici en candybar

Si llueve, los más presumidos van con paraguas, con accidente asegurado, mientras que los demás nos ponemos nuestros trajes de lluvia que destacan por su gran elegancia. Cuando nuestros padres ya nos dejan circular solos por el centro, empieza el juego de burlarse de las turistas, que, en general, no suelen conocer bien las normas. ¡Cómo nos gusta asustarles pitando! Ya de estudiantes, utilizamos las bicis para volver a casa por la noche después de salir de fiesta y más de uno va borracho haciendo eses.
Como veis, en cada fase de la vida de un holandés la bici desempeña un papel importante. Desde el timbre de Mickey Mouse y las bolitas de colorines en los radios, evolucionamos hasta decorarla con flores de plástico y cestas de estilo vintage. ¡Y qué útiles son las bolsas colgadas en la parte de atrás para llevar las compras a casa!
¿La bici no tiene ningún aspecto negativo? Pues sí, ya que no hay nadie que no haya tenido nunca un accidente, e incluso a muchos de nosotros la policía nos ha puesto multa por no llevar luces de noche. Y para qué hablar del robo diario de bicis.
Las bicis y los holandeses…. no hay nada que nos separe. Cuánto echo de menos esa sensación de libertad y equilibrio, de poder ir al trabajo por la mañana viendo a la gente abrir las cortinas mientras comienza la actividad en la calle y dejo mi pelo secarse al viento. Cuando pienso en mi bici, sonrío.

Bicis y decoración