Hoy toca hablar de viajes… Porque hace mucho que no os sugerimos ningún destino para vuestra luna de miel.
Y es que, aunque siempre he sospechado que la República Dominicana no podía ser sólo playa y fiesta, es un lugar que nunca había llamado demasiado mi atención. Pero el otro día recibí un email del Hotel Natura Cabana, situado en la costa norte de la isla, y empecé a indagar. Lo cierto es que tengo unas ganas locas de ir.
Dejando a un lado Punta Cana, Bávaro y toda esa zona de resorts, campos de golf, playas de arena blanca y aguas cristalinas, spas y rones (por desgracia la más conocida), el resto de la isla tiene una gran diversidad natural y artística.
Desde la ciudad colonial de Santo Domingo –declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco– hasta la ciudad universitaria de Santiago, famosa por su plantaciones y fábricas de tabaco y su equipo de béisbol, los Águilas Cibaeñas. Y todas sus zonas naturales como la impresionante cascada que llaman el salto de El Limón, en la península de Samaná; la Bahía de las Águilas en el Parque Nacional Jaragua –una de las playas más cristalinas del mundo–; o el Lago Enriquillo, el punto más bajo del Caribe en cuanto al nivel del mar se refiere.
En el centro de la isla está el Valle de Jaracaboa con sus ranchos desde donde hacer excursiones al Pico Duarte –la montaña más alta del Caribe– o al Valle del Tetero. Por su parte, la Cueva de las Maravillas, cerca de San Pedro de Macorís, es un referente de arte rupestre indígena en el Caribe. Y al norte, la ciudad de Puerto Plata, característica por su arquitectura victoriana y el teleférico que sube al Monte Isabel de Torres.
Son muchos los atractivos desconocidos de esta isla que en los últimos años ha comenzado a desarrollar un turismo ecológico sostenible en el que se integra ese hotel del que os hablaba al principio. República Dominicana acaba de engrosar mi lista de destinos, no sé si tendré vida para tantos viajes…
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