“La muerte no es más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda” (Elisabeth Kübler-Ross).
Ya desde bebés, los niños comienzan a sentir apego y por tanto son capaces de experimentar la pérdida de sus familiares más próximos. En esos momentos en que se enfrente a la muerte de cerca, se hace necesario ofrecerles toda la ayuda posible para que puedan procesarla. La investigadora estadounidense Clarissa Ann Willis subraya el daño que podría causar dejarles con alguien fuera de la familia y no hacerles así partícipes en el funeral y todo lo que gira en torno a ello en unos momentos tan importantes. De esta forma, aunque sea con las mejores intenciones, se podrían llegar a sentir excluidos y sería más difícil para ellos entender la muerte. Recientemente una amiga me contó cómo al morir su abuelo, con unos cinco años, nadie le explicó lo que estaba pasando, y hasta muchos años después estuvo pensando que en cualquier momento él volvería a casa. En general, depende de las vivencias, la personalidad del niño o su edad, hasta qué punto comprende el significado del fallecimiento. Aunque existe discrepancia entre los estudios científicos sobre la cuestión, se puede decir que los niños de 6 a 9 años se van dando cuenta poco a poco de la irreversibilidad de la muerte. De esta manera, si ellos quieren, llevarles al tanatorio o al funeral les da la oportunidad de despedirse de la persona, pensar sobre ello y sentirlo.
La asociación neerlandesa Achter de regenboog (Detrás del arcoíris), fundada en 1993 con el propósito de ayudar a niños y jóvenes que han sufrido el fallecimiento de un ser querido, insiste en la importancia de permitirles participar en el funeral. Consideran esencial asignarles un papel determinado, como hacerle un dibujo al finado, pintar en el ataúd, coger flores, soltar globos, encender una vela, tocar música, cantar o leer un poema. También sugieren componer juntos un libro conmemorativo, en el cual puedan pegar fotos u otros recuerdos que les evoquen a esa persona tan especial. Precisamente los servicios de memoria, ceremonias completamente personalizadas acordes con la identidad del homenajeado y los deseos de su familia y amigos, son especialmente aptos para dar la oportunidad a los niños de estar presentes e intervenir si así lo desean. En general, se trata de un contexto más relajado, menos protocolario, en el cual hay espacio para la creatividad y la imaginación, dos cualidades inherentes a los niños.