Por casualidades de la vida, hace unos meses –organizando una boda en La Rioja– conocí a Alfredo, sumiller profesional, director de Exquisite Rioja y apasionado del vino. Charlando un rato con él enseguida me relacionó las sensaciones que produce el vino con las etapas por las que pasa una pareja en su relación.
Y es que los aromas que emanan de los vinos de calidad sirven como conductores de funciones terapéuticas al provocar sensaciones agradables, reconfortantes o analgésicas. Es debido a que ciertos terpenos y moléculas grasas de aceites esenciales actúan sobre receptores neuronales y neurotransmisores, mejorando el ambiente emocional.
De esta forma, el vino espumoso con su efervescencia y sus burbujas representaría las mariposas en el estómago de esa primera etapa en una relación que conocemos como flechazo y enamoramiento. El rosado o de maceración carbónica con su acidez y su explosión de fruta y alcohol equivaldría a la pasión que sigue a esa fase. Por su parte, la vuelta al mundo real, la serenidad y la rutina estarían representadas por el vino de guarda. Y finalmente, el amor verdadero y complejo, con sus matices pero intenso, se equipararía con el vino maduro.
¿Lo habíais pensado alguna vez? ¿Cuál es el vino más especial que habéis compartido? ¿Qué sensaciones os produjo? Estas y otras emociones son las que podréis descubrir en una cata personalizada con este gran experto en turismo del vino.
Como veis aquí hasta el vino está ligado al amor… Y al sexo, pero dejamos para otro día los efectos afrodisíacos del vino.